Imaginaos que sois alumnos de un instituto de secundaria y, por cualquier causa, (la que sea, porque nunca es justificable) recibís constantes insultos por parte de vuestros compañeros. Descalificaciones que suelen hacerse de manera indirecta, generalmente, pocas veces a la cara, nunca con argumentaciones, es que esta clase de gente suele ser una cobarde y no puede argumentar, porque no sabe ni tiene razón. Este fenómeno se denomina acoso escolar, no tiene nada que ver con la libertad de expresión, ni con gastar una broma, y suele afectar a toda la sociedad, en la medida en la que el objeto de burla suele ser alguien considerado distinto socialmente: por poseer alguna discapacidad, algunos kilos de más, etc Aunque realmente el discapacitado y el denostado socialmente es el que profiere los insultos.
Un amigo me dijo un día que los chicos de hoy en día “son intocables”, “de mantequilla” porque no aguantan nada, todo se lo tienen que dar hecho y todos son los pequeños príncipes de cada casa. (En este tema no entro por ahora). Que él, cuando estuvo en el colegio recibió miles de balonazos, de empujones, burlas (no podía cruzar el patio sin recibir alguno) y muchas veces no querían jugar con él. “La vida es así y no pasa nada. Esto te hace fuerte”. “Es la ley de la Naturaleza , de la selva”. Y los profesores no hacían nada al respecto. Lamentablemente no creo que este problema pueda erradicarse por completo, pero en nuestra escuela, los profesores nos ocupamos de solucionarlo.
Una vez leí una teoría, que yo denomino “del espejo”, que viene a decir que cada uno de nosotros tiene ante sí un espejo, que cuando habla con alguien se ve él mismo reflejado en dicho espejo, en ese alguien. Por lo tanto, cuando descalificamos al que tenemos en frente, en realidad nos descalificamos a nosotros mismos. Resaltamos la cualidad que nombra el insulto, de entre las demás del individuo, porque es lo que nos molesta de nosotros mismos (no de él) o porque no llegamos a tenerla y nos gustaría.
Podemos llamar tonto (es un eufemismo) a algún compañero, pero puede que nos moleste cómo resuelve su vida mejor que nosotros, su tesón y empeño. Podemos llamar gordo a alguien, pero puede que nos moleste su simpatía, mayor que la nuestra, que no tiene ningún complejo y que realmente los asustados somos nosotros.
Es decir, cuando alguien te insulte, no te preguntes por qué lo hace, piensa en el insulto y luego en qué aspecto de su personalidad no le gusta al agresor, porque en realidad se está insultando a sí mismo. Piensa incluso que puede que te envidie. Siéntete especial.
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